CeBIT y la sociedad 5.0:
arma de doble filo

La feria de tecnología más importante del mundo dejó claro que si ahora nos movemos pegados a un teléfono, el siguiente paso será la integración de nuevos aparatos inteligentes a nuestras ropas, casas y cuerpos.

Robot Pepper en la Feria de Hanóver

Cada edición de la feria CeBIT es como si le pusiéramos el termómetro al mundo de los negocios digitales y a las nuevas tecnologías, a nivel global. Lo mejor de este año han sido las aplicaciones prácticas de inventos y palabras que llevan años escuchándose (Realidad Virtual, Relidad Aumentada, Inteligencia Artificial), términos que siguen sonando a ciencia ficción.

A partir de ahora, gracias a la Realidad Aumentada, un cirujano podría obtener imágenes más precisas del cerebro para realizar su intervención. En Japón, país protagonista de esta feria, la Realidad Virtual no solo se usa en videojuegos, sino también se le da un uso más allá de la mera diversión. Los maquinistas de trenes están obligados a realizar simulacros de tsunamis. Gracias a unos lentes conectadas a una pantalla, pueden experimentar la situación de la forma más real posible y aprender a redirigir el tren bajo estrés.

De todos estos ejemplos, uno de los más llamativos fue el Exoskelett, una estructura robotizada que, gracias a la inteligencia artificial, permite mejorar la movilidad de personas parapléjicas.

El objetivo es desarrollarlos más para conseguir que quienes estén en silla de ruedas puedan volver a caminar sobre esta estructura. Pero, como ocurría hace décadas con los celulares y computadores, su coste es bastante elevado. Una unidad podría costar hasta 150.000 euros. Por eso, la demanda de los pocos que han tenido la suerte de probarlos es que los gobiernos puedan invertir o subvencionar estos avances, al menos desde los hospitales.

Recopilación masiva de datos

Abrir nuestra casa por reconocimiento facial o el auto con la huella dactilar forman parte del llamado “Internet de la Cosas”. La idea de base es que nuestros electrodomésticos, autos, teléfonos o el propio supermercado nos conozcan cada vez más para adaptarse a nuestras exigencias.

Sin embargo, la mayor “inteligencia” de nuestros futuros aparatos la pagaremos con nuestros datos: sexo, edad, orientación sexual, gustos musicales y políticos, en qué tiendas compramos, de quiénes somos amigos, qué profesión ejercemos, restaurantes favoritos, últimos viajes realizados, y un sinfín de etcéteras que forman parte de la llamada “huella digital”.

Una persona al día genera una media de 500 MB de datos digitales, según IBM. Es decir, como nunca antes, los detalles de nuestra vida privada pueden estar a golpe de clic, al alcance de gobiernos, organizaciones y empresas. Un ejemplo reciente: el equipo de campaña de Donald Trump supo aprovechar, gracias a Cambridge Analytica, la información de muchos perfiles de estadounidenses en Facebook para personalizar sus mensajes a estos potenciales votantes.

“El Internet de las Cosas ha aumentado exponencialmente la colección de datos”, alertaba en la CeBIT Frederike Kaltheuner, responsable de Políticas de la ONG Privacy International. Y en videoconferencia, Edward Snowden se mostraba pesimista desde Moscú: “Ahora, la colección masiva de datos es más agresiva, y facilita los ataques de hackers”.

Sin embargo, Japón -protagonista de esta feria- ve más ventajas que inconvenientes en lo que autodenomina la “Sociedad 5.0”, es decir, sociedades que integran el mundo de las tecnologías en la vida real para ser más eficientes. Y los robots ejercen un gran protagonismo en ella para aliviar problemas como el envejecimiento de la población.

Parte de ese optimismo lo reveló Hiroshi Ishiguro, reconocida eminencia de la robótica nipona, quien durante su paso por la CeBIT aseguró que “la historia prueba que siempre que detectamos riesgos o efectos secundarios, también somos capaces de resolver problemas”.